Pidiendo y recibiendo

De niña, viví un lapso de ocho años en la ciudad de Torreón, y recuerdo claramente algunos momentos en que a mi hermano y a mi se nos pasaba el tiempo escuchando a mi mamá contar historias de cuando nosotros éramos pequeñitos. Mi mamá se deleitaba en contar esas anécdotas, aún y cuando ya habíamos preguntado lo mismo, y ella también ya había contado lo mismo. Eran momentos que fomentaban cercanía, risas y sonrisas. 

Como mi hermano es mayor que yo por casi cinco años, él recordaba algunos relatos, y agregaba sus comentarios y su versión de los hechos. 

Una de esas historias que mi mamá contaba, era de cuando yo tenía poco de haber nacido. Dice que fui una bebé muy comilona, y  crecí rápido. Contaba de que me daba la medida recomendada de leche en el biberón, y que me la tomaba rapidito, y una vez terminada, empezaba a llorar a todo pulmón porque aún tenía hambre.

Al poco tiempo mi  mamá empezó entonces a darme dos medidas en dos diferentes biberones. Supongo que lo hizo así para ella monitorear la cantidad y evitar darme  de más. El resultado fue que según iba creciendo, pues iba necesitando más cantidad. 

Al mismo tiempo, mi hermano también estaba atento a los momentos cuando yo me terminaba el biberón. Decía mi mamá que yo no me los terminaba completamente, que dejaba una pequeña porción al final. Y era mi hermano el que estaba “cazando” lo que yo dejaba en el biberón para él tomárselo. Supongo que había algo atractivo en la mamila para él, pues mi mamá contaba que eso siempre pasaba.

Como cualquier mamá con niñ@s aún pequeñ@s, mi mamá valoraba mucho su sueño, que era constantemente interrumpido por las necesidades normales de esa etapa.

Los fines de semana eran muy valorados, pues no había que levantarse tan temprano para llevar a mi hermano a la escuela y estar con mi papá antes de que se fuera al trabajo.

Algo que mis papás platicaban casi a carcajadas y con un recuerdo de profundo cansancio, era cuando yo ya caminaba y medio hablaba. Según recuerdo, platicaban que ya casi no me despertaba por las noches por hambre, lo que quería decir que cuando me levantaba en la mañana, me levantaba con MUCHA hambre. Para entonces ya no dormía en cuna, por lo que me podía levantar por mi misma. 

En esas mañanas, me levantaba, iba a la recámara de mis papás y decía:

-Quiero mi bibe (corto para biberón), quiero mi bibe, quiero mi bibe, quiero mi bibe, quiero mi bibe…

Y no importaba que mis papás estuvieran más dormidos que despiertos, cansados o desvelados. Decían que cada vez lo decía más fuerte y más rápido. 

Pedía mi bibe, hasta que me lo daban.

En el evangelio, Jesús dice:

-Pidan y se les dará.

Evidentemente, de niña no tuve problema en creer que se me daría mi leche, jajaja. 

Y tú, ¿crees que lo que pidas se te puede dar?

Jesús se expresa a los padres, preguntándoles si acaso les darían cosas malas a sus hijos cuando les piden de comer, sin embargo, ¿tú cómo te sientes para pedir?

Una cosa es que Dios nos da, pero otra cosa es pedir.

Hubo una etapa en la que escuchaba mucho acerca de que no todo lo que pide uno dios necesariamente lo va a conceder, y eso venía seguido de montón de circunstancias a considerar. Con todo ese contexto, para mí se perdió el mensaje principal: que puedo pedir.

El cómo, cuándo, y el dónde del dar será en su momento la respuesta De Dios.

Para ti, ¿cómo es el pedir por lo que anhelas? ¿Dudas en pedir? 

O…

¿Crees que se te puede dar?

Y aún más….

¿Lo puedes recibir? ¿…. lo quieres recibir?

Si el Espíritu te inspira, comparte con Jesús carpintero cuál es tu sentir al pedir algo en tu oración. Y tal vez, puedas recordar que Dios te dará.

Marisol

P.D. Podemos escuchar acerca del amor con el que Dios te da, en las lecturas del XVII domingo del tiempo ordinario, año / ciclo C.