Cuando estaba embarazada por primera vez, yo tenía mucha incertidumbre e inquietud. No se si fue por los cambios hormonales tan grandes, pero me daban temporadas de cierta ansiedad acerca de cómo poder ser la mejor mamá para mi bebé.
Mi madre santa me decía que cuando ya conociera a mi bebé, muchas cosas se iban a aclarar. Y aunque me volviera loca su respuesta, tenía toda la razón.
Pasando ahora a cuando Jessica tenía aproximadamente cuatro años, descubrió que las galletas de chispas de chocolate se podían encontrar en las tiendas, y no solo esporádicamente en algunos lugares.
Super contenta por el hallazgo, me pidió que las comprara. Y así fue como la primera caja de esas galletas llegó a casa.
Es importante mencionar que la caja era de Cosco, es decir, una caja de cajas de galletas de chispas de chocolate.
Yo buscaba no darle demasiadas galletas, aunque para ella nunca había algo parecido a demasiadas galletas. Las disfrutaba tanto.
En ese tiempo Natalia tenía menos de un año de edad, por lo que yo buscaba que Jessica empezara a ser un poquitito más independiente. En lugar de darle todo en la mano, le decía dónde podía encontrar las cosas que me pedía. Y eso le gustaba porque la hacía sentir “miña grande”.
Cuando era hora que ella sabía que le daba galletas, me empezó a preguntar si ella las podía agarrar, y le dije que sí.
Y como decía el Chapulín Colorado, “yo no contaba Consu astucia”, jajaja.
Resulta que con gran alegría ella tomó el doble de galletas que usualmente comía. Y como yo promovía su independencia, no consideró necesario decirme.
Cerró el paquete a su manera, y disfrutó sus galletas de chispas de chocolate con enorme alegría junto con un vaso con leche.
Al yo regresar a la cocina, me di cuenta de lo que sucedió. Con gran ternura y risa, decidí poner más atención para una siguiente vez.
Al siguiente día, cuando era tiempo de sus galletas ella tomó más el liderazgo y “me avisó’ que las iba a tomar. Fui con ella para supervisar la cantidad que se servía. Aunque no le gustó que no la dejara tomar el doble, de todas maneras disfrutó sus galletas.
Esta situación se fue repitiendo varias veces, hasta que descubrí que los paquetes se acababan más rápido.
Mi chamaca hermosa, encontraba los momentos en los que yo estuviera ocupada para ella servirse sin yo darme cuenta para que no limitara sus deseos, jajaja.
Cuando me di cuenta, le quise explicar que demasiadas galletas no era bueno para ella. Me escuchó, y me dijo:
-Sí mami.
Sin embargo, los paquetes de galletas seguían agotándose rápidamente.
Me recordé a mi misma:
-Es una niña de cuatro años, ¿qué puedo esperar? Es normal que quiera más galletas.
Lo que entonces decidí fue mover las galletas de lugar. Las puse en un gabinete más alto, fuera de su alcance. Le dije que cuando quisiera comer sus deliciosas galletas, que me dijera, y yo selas daría. Asumí que eso sería suficiente.
Hmmmm, eso creí…
En la belleza de la travesura infantil, Jessica se las ingenió para acomodar los cajones de la parte de abajo de la cocina como una escalera. Luego se ponía de pie en el mostrador, y con eso ya alcanzaba sus galletas.
Y todo eso, con el sigiloso cuidado de que yo no me diera cuenta.
En el evangelio, Jesús relata que un administrador malgastó los bienes de su amo, y al despedirlo y pedirle cuentas le llegó el ingenio. Ese ingenio le fue reconocido por su amo.
Jessica no tenía mala intención en esconderse para comer más galletas, era una niña. Sin embargo, como a el administrador, sí le llegó el ingenio para seguirlas disfrutando.
No fue sino hasta tiempo más tarde, que Jessica y yo nos dimos cuenta de las consecuencias. Al ir al dentista, le notaron las caries en varias muelas. Como en veces se comía sus galletas luego de haberse lavado los dientes, en veces se dormía luego de haber comido galletas.
En tu caso, ¿has aprendido de las veces donde ha habido consecuencias?
A diferencia de con el administrador, con mi hija no hubo despido. Hubo caries…. Pero sí aprendí. Primero dejé de comprar esas galletas en cajas. Si acaso lo hacía, compraba pequeños paquetes y estaba muy al pendiente de cuántas galletas se comía.
Y ella también aprendió. Fue tanto su descontento por las caries que ya nunca volvió a esconderse para comer galletas. Ahora me encontraba el queso con mordiditas…
A mi pequeña Jessica le tomó un tiempo decirme abiertamente que mordía el queso. Aunque yo ya me había dado cuenta, propiciaba que ella me lo dijera. Esperé algún tiempito, y sí me lo dijo. Todo con inocencia, risa y alegría.
Jesús continúa en el evangelio, diciéndo que quien es fiel en lo poco, será fiel en la abundancia.
¿SErá que Dios busca nuestra madurez y honestidad antes de confiarnos más?
Hubo una etapa de mi vida, en la que quería tener honestidad, mas no tenía la madurez. Metí la pata hasta las rodillas. Hasta que llegó el momento no solo de enfrentar lo que necesitara enfrentar, sino de aprender a hacerlo bien.
A ti, ¿te han despedido alguna vez?
¿qué consecuencias has enfrentado?
¿qué aprendiste?
¿Cuál es tu experiencia de ser un hombre rico y delegar la administración a alguien más?
¿Cuál es tu experiencia de no haber sido buen administrador/a¿
¿Estarías abiert@ a aprender a administrar lo poco como práctica para lo abundante?
Si el Espíritu te inspira, comparte con Jesús carpintero si estás abiert@ a aprender lo que el amo(r) te quiere enseñar. Y tal vez, encuentres que la oportunidad de aprender está en frente de ti.
Marisol
P.D.: Podemos escuchar acerca del llamado a administrar lo que es bueno en las lecturas del XXV domingo del tiempo ordinario, año /ciclo C.