Escuchar y meditar desde el corazón

Habiendo nacido en una familia donde mi abuelito daba clases de música, además de tocar y cantar en misas por toda su vida, me dio la oportunidad de percibir la música como algo muy natural para mi.

No sabía qué tan normal era para mi el tener siempre algo de música (casi siempre clásica),  hasta que notaba que algo importante faltaba cuando no estaba. 

La presencia de la música en mi casa, o en mi cabeza, era indispensable. Jajaja. 

Durante años parte de mi colección musical fue creciendo, gracias a la generosidad de mi abuelito que me regalaba algunos de aquellos discos legendarios de vinilo, o gracias a las adquisiciones de mi papá.

Esas grabaciones eran de orquestas a nivel mundial, por lo que las interpretaciones eran de primer nivel.

Durante la gran mayoría de mi infancia estuve en clases de piano, y lo que más recuerdo era que mis maestras me orientaban a poner atención a la técnica.  Principalmente mis recuerdos se enfocan en la nota adecuada, la métrica, ligaduras, ritardandos, así como a la intensidad.

No fue sino hasta que estuve en mis estudios profesionales en mis clases de cello, que recuerdo que la maestra me llevó a un lugar musicalmente desconocido para mi. Mi oído estaba ya muy familiarizado con técnica, sim embargo mi maestra me invitó a poner atención a otra área, a mi corazón.

Una vez que tenía una pieza musical lista de manera técnica en el cello ya de memoria, la maestra me decía:

-Muy bien, ahora que ya tienes la parte técnica lista, ya te puedes enfocar en el corazón.

-¿?

La verdad, no pude entenderlo a primera instancia.

Era común tener la idea de que un músico es apasionado en su interpretación, y esa era la idea que yo tenía. En el caso del cello, como de algún intérprete que se mueve con exageración de un lado para otro. Pero eso no era para nada a lo que mi maestra se refería. Ella se refería no solamente a escucharla o interpretarla “lo mejor posible”, sino que se refería a escuchar o interpretar la música desde el corazón.

Me orientó  entonces a buscar grabaciones de la misma pieza por diferentes intérpretes, y a notar diferencias. Para mi no era lo mismo escuchar y disfrutar una pieza, que tocarla bien  y disfrutarla. Esa es una gran diferencia.

Entonces, mi maestra me hizo notar lo obvio, lo que estaba escondido a plena vista, que la parte de atrás del cello descansa directamente en el corazón.

Esa fue una revelación para mi.

Y tú, ¿te has dado cuenta de cosas que están ocultas a plena vista? 

Parece que es el escondite más ingenioso. 

Siendo estudiante,  era también común escuchar críticas “constructivas” de compañeros “bien intencionados” acerca de la interpretación de algún(a) otr@ Compañer@. Esas críticas tenían algo en común: enfocarse en la técnica. Era común escuchar argumentos similares a :

-A Fulanit@ le falta mantener el tiempo…

-Le falta matiz…

-Yo conozco esa pieza, y la variación en intensidad no es así…

-No se la sabe de memoria… 

-A ver si pasa la clase… 

Y no era que necesariamente quien ejercía la crítica fuera un(@) mejor intérprete del mismo instrumento. Tal vez era por el gusto de criticar, en vez de ejercer el criterio.

Lo que ahora puedo imaginar, es que cuando escuchaba o yo misma hacía esas críticas, era desde una perspectiva técnica, y nada más. 

Ninguno de nosotros recuerdo que hayamos puesto atención a escuchar con el corazón.

No fue sino hasta que mi maestra de cello me introdujo a este nuevo ángulo, que es como si otro mundo se me hubiese revelado. Y al día de hoy, se me sigue revelando 

En el día a día de nuestras vidas, el poner atención solo a la técnica, podría ser equivalente a solo poner atención con la mente. Analizar, ejercer el criterio, evaluar, contar, sumar, restar… 

Interpretar y escuchar con el corazón podría ser equivalente a no solo usar el pensamiento, sino también el corazón.

Una bella interpretación no deja la técnica fuera, ni el corazón. 

En tu caso, ¿podrías identificar cómo es tu perspectiva? ¿Solo con el pensamiento? ¿Invitas a tu corazón?

En las escrituras, el autor del libro de Sirácides expresa que no hay remedio para el hombre orgulloso, pues la maldad está arraigada en el corazón. Y que el hombre prudente medita con el corazón, teniendo por mayor anhelo el saber escuchar.

A ti, ¿te gusta escuchar? ¿Sabes desde dónde escuchas a los demás?

Una posible manera de descubrir, puede ser que notes cuáles son tus respuestas, ¿son duras, críticas, frías? ¿O también incluyen calidez, comprensión, curiosidad y apoyo?

¿Anhelas que te escuchen de una manera más profunda? Posiblemente tu prójimo anhele lo mismo.

Si el Espíritu te inspira, comparte con Jesús carpintero cómo notas tus respuestas. Y tal vez, descubras un anhelo de aprender a escuchar.

Marisol

P.D.: Podemos escuchar acerca del anhelo a querer escuchar en las lecturas del domingo XXII del tiempo ordinario, año ciclo C.