¿Por qué confiar en Dios?

Mi padre santo trabajó por muchos años en bancos en diferentes ciudades de México. Recuerdo que él a veces nos llevaba a mi hermano y a mi a la escuela, para él después irse a su oficina.

De pequeña no entendía mucho qué era en realidad lo que hacía mi papá. Se vestía todos los días muy guapo, eso sí, con traje, corbata, y zapatos siempre muy limpios. Cada domingo por la tarde, se tomaba un tiempo para limpiar y bolear todos o casi todos sus pares, mientras la luz dorada del atardecer inundaba la salita. En este ritual, de vez en cuando mi hermano se unía con sus tennis Kaepa, aquellos que tenían unos triangulitos de colores que se reemplazaban y se le perdían a cada rato.

En algún año de mi escuela primaria escuché algo acerca de las tarjetas de crédito. Ese día por la tarde, cuando mi papá llegó a casa, le pregunté qué era eso. El me dio una respuesta de la que francamente, recuerdo poco, pero algo sí seme quedó muy grabado de esa conversación. Lo que tengo presente es: “Si el banco le presta dinero a alguien, es por que le tiene confianza para que le pague en el tiempo acordado”.

Años después, fui entendiendo que el proceso que los bancos tienen para dar crédito, es mucho más complicado. Los bancos requieren evidencia de ingresos, propiedades, historial de pago y en veces hasta un aval. De esa manera las instituciones encuentran garantías para embargar y recuperar el préstamo por si no reciben su dinero.

Este tipo de “confianza” bancaria, que requiere investigación, evidencias y garantías, fue el tipo de confianza que pude imaginar la primera vez que escuché la historia de que Dios le dice a Abraham que sacrifique a su hijo Isaac.

Mi diálogo interno fue el siguiente:

Hmm, ¿qué?

¿Se supone que he de amar y confiar a quien le pide a un padre que sacrifique a su único hijo?

Hmm. El sentido común me dice otra cosa. Eso no me suena muy amoroso que digamos. Me recuerda los bancos. Es como si Dios hubiera dicho: Te he dado tanto, y ahora te estoy cobrando, dame a tu hijo”.

¿Cómo te fue a ti la primera vez que escuchaste esta historia?

Hace varios años, cuando una de mis hijas estaba en formación para la primera comunión, me preguntó tras escuchar este mismo pasaje:

“Por qué Dios es tan cruel?”

Mi corazón se apachurró. Se que le di una respuesta, que no le convenció. Ni a mi tampoco. Ese siempre ha sido un pasaje complicado de asimilar para mi. Lo ”entiendo”, pero no se siente bien.

Independientemente de cómo yo haya recibido esta historia, parece que Abraham cconfió.

Y tú, ¿cómo confías?

Parecería como si la promesa de parte de Dios a Abraham, fuera solamente por que confió, o le temió a Dios luego de que casi sacrifica a su hijo Isaac.

Ver la bendición de Dios como consecuencia de lo que hacemos o dejamos de hacer, es válido, Pero incompleto.

Dios te ama a ti, no por lo que hagas o dejes de hacer, sino por que es la naturaleza de Dios

Tal vez vengan a tus recuerdos situaciones en las que tú has confiado en otros, para que luego te defrauden, engañen, traicionen y mientan. Tal vez hayas dado poco, o mucho. Y duele.

Jesús carpintero también experimentó el dolor y la traición, como tú y como yo. Y siguió confiando.

Qué tal si nos preguntamos no qué hizo Jesús para confiar, sino ¿cómo le hizo?

Eso nos cambia el enfoque no a lo que hacemos, sino a cómo lo hacemos.

Y tal vez, es posible que no haya sido lo que Abraham iba a hacer con su hijo, sino cómo lo iba a haceren su corazón. Con gran dolor, y aún con más confianza.

Inicialmente, es normal querer “ganarnos” la confianza de Dios con acciones, como tratando de dar evidencia que somos dignos de ella. Solo que llega un momento, en que eso ya no funciona para nuestro corazón. La idea de intercambiar garantías para tener la confianza de parte de Dios da la sensación de una relación condicional.

En el mundo bancario, y en relaciones condicionales, la confianza está basada en un intercambio. En la relaciones humanas sanas y amorosas, la confianza requiere conocerse, familiarizarse, cercanía., conocimiento mutuo, tiempo.

Tal vez, por eso Abraham no se puso a discutir con Dios cuando iba a sacrificar a su hijo Isaac. Porque había conocimiento mutuo, estaban familiarizados el uno con el otro, eran muy cercanos, se conocían bien, pues habían pasado tiempo juntos.

Tal vez por eso, Jesus libremente, vivió su pasión y muerte. Porque había conocimiento mutuo, estaban familiarizados el uno con el otro, eran muy cercanos, se conocían bien, pues habían pasado tiempo juntos.

Y tal vez, tú y yo podríamos en nuestra relación personal con Dios, llegar a un conocimiento mutuo, a estar familiarizados el uno con el otro, ser más cercanos, a conocernos mejor, al pasar tiempo juntos.

Iniciamos compartiendo este tiempo junt@s con la pregunta, ¿por qué confiar en Dios? Tal vez estemos llamados a conffiar en Dios, por que Dios confía en cada uno de nosotros, sin investigación, garantías, o embargos.

Por amor, porque te ama, y no espera nada más de ti. Su amor no es condicional.

Que nuestras acciones sean en agradecimiento por ese amor.

La confianza se puede incrementar y profundizar cuando una relación se hace cada vez más cercana e íntima. Si a ti te gustaría confiar más en Dios, esta es la invitación para ti, que pases más tiempo íntimo y cercano con Dios, que ya está dentro de ti.

Pasa más tiempo con Dios, convive, familiarízate y hasta diviértete. Tu confianza en su amor irá creciendo.

P.D. Para escuchar la historia de cuando Abraham casi sacrifica a Isaac, y también un cántico de confianza, puedes referirte a las lecturas del II Domingo de cuaresma, ciclo B