Saber lo que te mueve a pedir, y lo que te mueve a dar
A mis hijas hermosas siempre les han gustado mucho los bebés. Cada una a su manera tiene una atracción natural por su tierna gordura y sonrisas. No importa si los bebés están jugando con algún juguete, dormidit@s, o en brazos de alguno de sus papás. Siempre que ven criaturitas se les ablanda el corazón.
Por esa razón, mínimo ocho veces al mes sale a la plática entre nosotras momentos y recuerdos de cuando ellas eran pequeñitas.
Entre esas pláticas, también salen a relucir fotos de cuando ellas mismas eran pequeñitas. Jessica, como hermana mayor, tiene recuerdos de cuando Natalia estaba chiquita. Y esos recuerdos se avivan aún más cuando ven sus fotos de bebés.
Como consecuencia natural, la plática también se torna a cómo eran cada una de ellas por sí solas, y cuando estaban juntas. A esto yo les contesto:
-No les voy a mentir, cuando ustedes estaban chiquititas, era pesado.
De bebé, Jessica me tenía para ella sola, y Nataly me compartía con su hermanita,
Curiosamente, Natalia de bebé batallaba mucho para quedarse dormida. O yo era la impaciente… jajaja. Recuerdo que en esa etapa estaba yo completamente rendida al final del día.
Precisamente por el cansancio, había veces que yo no era la mamá más paciente del mundo. Había veces que yo estaba segura que Nataly ya estaba lista para que yo la acostara en su cuna, y me daba la no tan agradable sorpresa de que al acostarla lo más suavemente posible ella empezaba a llorar.
Y Jessica, que tenía alrededor de cuatro años, esperaba pacientemente a que yo acostara a su hermanita para ella tener tiempo exclusivo conmigo. Mas no siempre estaba yo del mejor humor.
Cuando Jessica se daba cuenta que Nataly ya estaba dormidita, empezaba a hablarme, y a querer enseñarme qué libro quería que le leyera al acostarnos en su cama. O en veces era un juguete con el que ella quería quedarse dormida. El punto era que dentro de mi cansancio yo solo escuchaba:
- Mami, mami, mami, mami, mami, mami, mami ….
Y a mi me pesaba el cuerpo junto con la conciencia. Me podía mucho que yo estaba tan cansada, y ella tan contenta de querer estar conmigo.
Y a ti, ¿te ha pasado que no sabes cómo responder interna o externamente cuando alguien pide algo?
En el evangelio, Jesús relata la parábola de una mujer viuda que le insiste a un juez que le haga justicia. Y parece que el juez solo le responde para que lo deje de molestar, en lugar de querer ayudar.
Con Jessica, no era que no le quisiera dar el tiempo y atención que yo sabía que necesitaba. Más bien era que en muchos momentos yo no estaba en lo mejor de mi.
Cuando pides algo a Dios, ¿te mueve el anhelo de lo que buscas?
Y cuando anhelas algo y no le pides, ¿¿por qué no lo haces?
Y qué tal cuando se trata de que a ti te pidan algo. ¿Sabes qué te mueve a dar? ¿Compasión, o buscar que te dejen en paz?
Si el Espíritu te inspira, comparte con Jesús carpintero lo que descubres que te mueve a pedir, y lo que te mueve a callar. Y tal vez, distingas una nueva experiencia para expresar tu petición.
Marisol
P.D. Podemos escuchar acerca de las peticiones de tu oración en las lecturas del XXIX domingo del tiempo ordinario, año / ciclo C.

